En el trabajo de campo de mi disertación tuve varias conversaciones interesantísimas con Manuel Dávila, uno de los primeros ingenieros de sistemas y computación en Colombia. Manuel tiene 58 años y durante todo su ejercicio profesional nunca ha abandonado el desarrollo de software, pues lo considera como su vocación. Como profesional, Manuel se identifica con la profesión y sus prácticas y ha dedicado su vida a el ejercicio de esta profesión.
Sin embargo, esta no es una actitud común entre los ingenieros de sistemas y computación colombianos. Las tareas técnicas, como la programación, son vistas como parte del conocimiento y bagaje que hay que tener y adquirir en el entrenamiento para la carrera y tal vez. Sin embargo, a la larga, estas tareas técnicas se devanecen poco a poco en el panorama profesional de largo plazo del ingeniero para ser reemplazadas por tareas administrativas.
Habiendo sido educado en esta carrera en la Universidad de Los Andes, siempre fue claro para mí que el destino del ingeniero de sistemas era ocupar cargos altos administrativos en la oficinas de sistemas o de gerencia de la tecnología informática, en las empresas. Este fué siempre el enfoque dominante. Las actividades técnicas, o el "cacharreo," era un mal necesario, un paso para llegar a ocupar las posiciones administrativas a las cuales estábamos destinados. Pero siempre se entendió que era algo temporal, algo que no ocuparía el desarrollo de la profesión en sus fases más maduras. Es por esto que tanto me llama la atención la dedicación, la pasión y la entrega de Manuel Dávila al desarrollo de software.
Edwin Layton, historiador estadounidense, en su análisis de la "Revolución de los Ingenieros Civiles" en la década de los 1920s en EEUU, llamó la atención sobre el conflicto natural entre los valores opuestos de la empresa y del profesionalismo de los ingenieros. La empresa privada defensora de principios individualistas, de control sobre sus empleados y de máximización de margen de ganancias, según Layton, se encuentra en conflicto con los valores profesionales ingenieriles de control colectivo de la profesión, autonomía y responsabilidad social. Este conflicto, que se manifiesta en el caso americano en los movimientos de reforma de los ingenieros civiles de la época, se resolvió históricamente a favor de la empresa privada y en detrimento del profesionalismo ingenieril. Los ingenieros fueron asimilados por la lógica del capitalismo corporativo y entraron a hacer parte de la burocracia organizacional. La estrategia más efectiva que las corporaciones usaron para lograr tal fin fué unir las aspiraciones de los ingenieros a una carrera de largo plazo y a un estatus social. Esto, con la promesa de una carrera en la organización donde la ingeniería sería la primera fase, antecedora de una fase profesional administrativa, más valorada social y corporativamente. El haber apuntalado al individualismo del ingeniero, dentro la lógica y valores capitalistas, permitió a la corporación capturar la lealtad del ingeniero hacia sus intereses propios y a los de la empresa, y alejarlo de los intereses de un colectivo profesional. El resultado fue la desagregación, fragmentación y poco poder representativo de las asociaciones ingenieriles en America para controlar la profesión y la conversión de la ingeniería en un paso intermedio para llegar a los puestos administrativos, en vez de una carrera técnica que amerita una dedicación de por vida.
Esta misma situación es evidente en la configuración de la ingeniería de sistemas y computación en Colombia. Por ejemplo, ACIS, la Asociación Colombiana de Ingenieros de Sistemas, nunca ha tenido el poder suficiente para controlar los destinos de la profesión en la Academia o en el ejercicio profesional, ya sea en el mercado, en el gobierno o en el sector voluntario. Es el mercado y los intereses de las empresas los que continuamente son tenidos en cuenta para darle forma a los curricula en las universidades. Es la capacidad operativa de los ingenieros en el sector público o privado la que siempre esta limitada por las decisiones administrativas de alto nivel de administradores o inversionistas, que no necesariamente son ingenieros. Y es el desarrollo de actividades técnicas lo que terminó siendo considerado como un paso intermedio, más propio de los novatos profesionales que de los veteranos, hacia el sueño jerarquico empresarial prometido en los altos cargos administrativos.
Es por esto que me parece memorable que a pesar de la deprofesionalización de la ingeniería de sistemas en Colombia, y de la confabulación entre universidades, empresas y gobiernos para mantener al ingeniero de sistemas dentro de sus esquemas, existan figuras como Manuel que viven el profesionalismo de su carrera en un mundo donde esto no es promovido, ni valorado.
Las consecuencias son notables y se siente en la fortaleza del carácter de Manuel, en su independencia al opinar sobre el software propietario o al criticar la orientación del gobierno electrónico en Colombia, en su carácter empresarial y en su liderazgo en sus frentes de trabajo, ya sea en su propia empresa o en el Minuto de Dios donde trabaja como Director del Departamento de Informática. Es sin lugar a dudas una voz notable en la profesión que está alineada con intereses profesionales, antes que estar alineada con intereses corporativos.
Wednesday, July 9, 2008
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